Blog do Observatório do Pacífico Latino-Americano e Amazônia

Site do NPPA:

www.wix.com/nppaobserva/observatoriopacificoamazonia

Bem Vindos!!

Bienvenidos!!

Welcome!!



domingo, 29 de agosto de 2010

Enrique Amayo Zevallos - RETOS Y DESAFIOS DE LA POLITICA EXTERIOR PERUANA Y EL BRASIL

RETOS Y DESAFIOS DE LA POLITICA EXTERIOR PERUANA Y EL BRASIL

Por Enrique Amayo Zevallos, Ph.D.

Profesor de Historia Económica y Estudios Internacionales Latinoamericanos// Departamento de Economía//Programa de Postgrado en Sociología//Universidad del Estado de São Paulo – UNESP//Programa Inter.- Universitário de Postgrado en Relaciones Internacionales “San Tiago Dantas” - UNESP – UNICAMP – PUC-SP//BRASIL//E-mail: ezaamayo@fclar.unesp.br,eazamayo@amayo.pro.br





La Secretaría de Asuntos Estratégicos (SAE)... elaboró un documento titulado O Mundo em 2022... que circula dentro del gobierno e Itamaraty. Trata del delineamento de las tendencias del sistema internacional con propuestas de políticas estratégicas del Brasil… es la plataforma de una utopía ultranacionalista que será aplicada en el hipotético gobierno de Dilma Rousseff y que choca con los valores y tradiciones de la democracia brasileña.



I. INTRODUCCIÓN. El Ministro de Relaciones Exteriores del Perú José Antonio García Belaúnde el 08/08/2010 publicó el articulo titulado Retos y Desafíos de la Política Exterior Peruana en el periódico La República de Lima. Fue publicado pocos días después del discurso presidencial de Alan García del 28 de julio. Allí el Ministro García Belaúnde explica que el 3 de agosto se celebró el 189º aniversario del Ministerio de RREE y también el Día del Diplomático por lo que se aprovechó para realizar la II Reunión de Embajadores del Perú en el exterior y así pudo reflexionarse conjuntamente:

…sobre los retos y desafíos de nuestra política exterior en el último año de Gobierno … en concordancia con lo que el presidente García ha denominado nuestro Plan Bicentenario. Así buscamos definir de qué manera nuestra política exterior debe adecuarse a las circunstancias de un mundo cambiante y al mismo tiempo definir la hoja de ruta que nos permita llegar al 2021 orgullosos de ser una democracia más sólida y un país más equitativo, más justo y solidario.

Ese artículo es muy importante debido a la importancia de su autor, por el tema que trata y por las circunstancias en que fue escrito. Es un excelente resumen oficial de 4 años de la política exterior peruana. Ahora importa esclarecer que debido a lo que me fue pedido por la Red Democrática Peruana, para quien escribo esta nota, aquí no va a evaluarse todo el contenido de ese artículo: solo se tratará lo relacionado con el Brasil.

Así, mporta decir que Brasil en ese artículo solo es mencionado directamente por su nombre una vez e indirectamente también una.

II. DIRECTAMENTE. Cuando García Belaúnde dice:

Hemos construido mucha integración, aunque no usando los canales tradicionales o librescos. Este Gobierno decidió que había que apostar por una integración moderna, con cada uno de aquellos países que son importantes para el Perú, partiendo por la integración vecinal, y es así que hemos logrado consolidar una relación óptima con Ecuador, con Colombia y con el Brasil…

Y aquí vale la pena preguntar: ¿de que integración moderna se está hablando? ¿Será de aquella que está siendo determinada como parte del gigantesco proyecto Integración de la Infraestructura Regional Sudamericana - IIRSA y cuya manifestación más evidente, por ahora, es la carretera transoceánica Assis Brasil – Ilo? ¿O será aquella que es consecuencia del paquete de proyectos Perú - Brasil, también vinculados al IIRSA, cuyo proyecto más conocido hasta ahora es el de la Hidroeléctrica de Inambari? Si eso fuera así eso no tiene nada de integración moderna y sí de integración colonial. Eso es tan evidente que por ejemplo un periodista brasileño opina así:

Está en marcha una invasión del Perú por parte de inversiones brasileñas en carreteras, pozos de gas y petróleo, explotación de metales preciosos, hidroeléctricas, hidrovias, líneas de transmisión eléctrica y oleoductos en un “paquete no anunciado oficialmente” que promete transformar ese filón de la Amazonía ajena en un productor casi pasivo “de energía y materias primas baratas, además de permitir acceso a puertos en el Pacífico.” El ataque económico está descrito, con gran acento de indignación, en el libro Amazonía Peruana en el 2021 de Marc Dourojeanni, Alberto Barandiarán y Diego Dourojeanni. El libro se basa en datos oficiales y prevee una “hecatombe biológica”… serán tres carreteras y dos ferrocarriles que ligarán Brasil al Pacífico peruano. Serán siete las hidroeléctricas brasileñas en el lado de allá. Una de ellas, la de Inambari, al costo de inundar 40 mil hectáreas. No se trata de un plan de desarrollo. Son solo propuestas impuestas por un acuerdo de cooperación, concebidas por [mega]empresas privadas, estatales y bancos que Brasil encabeza con el BNDES, FURNAS, Eletrobras y las constructoras OAS, Camargo Correa, Odebrecht, Andrade Gutiérrez, Queiroz Galvão…Hay una carretera prevista en una área que desparecerá bajo una hidroeléctrica. Sólo un detalle parece resguardado: “el interés de los inversores”….



Inamabari, como el gobierno peruano lo ha dicho mil veces, sería exclusivamente para exportar energía al Brasil o sea que no quedaría nada de ella en el Perú. Esa es una característica de los enclaves, típicos de la colonia, que solo servían para exportar sus recursos a la metrópoli.



Sá Correa dice también que de realizarse lo que él describió terminaría llevando “a una pelea fea con los peruanos”. Él no lo dice pero probablemente está bien informado de lo que ocurrió en Bagua.



De lo anterior puede deducirse que desafortunadamente el modelo que orienta al gobierno de Alan García para la integración con otros países, y específicamente con el Brasil, no es moderno y sí colonial y dependiente con el añadido de que probablemente no garantizará la paz.



III. INDIRECTAMENTE. Brasil está siendo llevado en cuenta indirectamente cuando García Belaúnde dice:



En el corto plazo los retos básicos son dos. El primero, es seguir trabajando en concretar un Protocolo de Paz, Seguridad y Cooperación en la región, que materialice la visión del presidente García de apostar por la limitación de armas para que nuestros recursos vayan a cubrir nuestras necesidades más urgentes…

En ese nivel suponemos que Brasil fue llevado muy en cuenta. Eso porque sí lo que dice García Belaúnde es en serio, o sea que la política exterior de Alan García trabaja por concretar un protocolo de Paz en América del Sur que limite las armas, entonces terminará teniendo problemas con los gobiernos brasileños del PT. En relación con eso y aún cuando aquí no es posible profundizar sí es posible decir que, como el mundo entero sabe, el gobierno actual de Lula y el próximo que lo seguiría, en caso de ganar Dilma Rousseff, están empeñados en una política militar que chocaría con la pacifista del gobierno peruano. Demostración de cómo es la brasileña puede comenzar a tenerse prestando atención a lo dicho en la cita del inicio de este escrito. Eso porque lo que Magnoli describe, como se verá después, está siendo paralelamente acompañado de un paquete armamentista justificado en los términos usados comúnmente por los militares de todas partes: que solo se está tratando de renovar armamentos obsoletos. Pero ese paquete armamentista incluye la construcción de un submarino atómico (que, según los entendidos, sería de casco plano para permitirle vigilar también los ríos como el Amazonas), renovación de la flota aérea militar (con la compra de decenas de aviones de ultima generación), producción de tanques, cohetes etc. Todo ese paquete costaría varias decenas de miles de millones de dólares. Así se estaría próximo de lo que los militares que gobernaron Brasil (1964-85) querían hacer. En ese sentido, investigadores como Magnoli opinan así:

Nostálgico del “Brasil Potencia” de los tiempos de Ernesto Geisel, Guimarães atribuye al Estado los papeles de “estimular el fortalecimiento de mega-empresas brasileñas … para que puedan actuar en el escenario mundial globalizado” y de dirigir un programa de inversiones en investigación y desarrollo de grandes implicaciones militares. Los significados de esa última propuesta pueden entreverse en la parte en que el autor [Guimarães] define el Tratado de No-Proliferación Nuclear como el “centro” de un proceso amenazador de “concentración de poder militar”. La lectura del documento ofrece indicios sugestivos para la comprensión de la lógica subyacente a la aproximación de Brasil con Irán y a la operación diplomática brasileña de cobertura del programa nuclear iraniano.

O sea que no se trataría solo de construir un submarino atómico (lo que, realizado, sería un corte estratégico en la historia militar de América del Sur con implicaciones difíciles de imaginar) sino de más. Magnoli dice: “… la utopia regresiva de Samuel Pinheiro Guimarães choca con la Constitución [brasileña] que veta la obtención de armas nucleares…”. O sea que el más podrían ser armas nucleares. En el Brasil actual las preocupaciones expresadas por Magnoli no son exclusivas de él sino también de muchos otros entre los que se cuenta al ex – presidente Fernando Henrique Cardoso.

Para finalizar. Torre Tagle no es el único interesado por Bicentenarios tal como lo manifestó García Belaúnde en la cita del comienzo. Claro, el interés por el 2021 es porque ese año marca el segundo siglo en que el Perú que se independizó como República. El documento brasileño mencionado así como los otros de la nota 2 muestran también preocupación con otro bicentenario, 2022, que marca los 200 años del Brasil que se independizó como Imperio,

IV. A MODO DE CONCLUSIÓN. Sí la política exterior pacifista de Alan García es seria pues tiene que prepararse mucho ya que, todo indica, para llevarla de veras a la práctica tendrá que enfrentar grandes diferencias con el Brasil (y también con otros países que no es el caso mencionar aquí). Diferencias que probablemente se harían muy evidentes en el caso en que Dilma Rousseff fuera electa y, ya como Presidenta del Brasil, escogiera como su Ministro de Relaciones Exteriores a Samuel Pinheiro Guimarães quien, por los cargos tenidos y experiencia, no sería sorprendente que lo fuera. Y éste, habiendo sido el mentor del documento O Mundo em 2022, tendría que intentar llevarlo a la práctica. Por eso sería saludable que Torre Tagle estudie a fondo ese y los otros documentos mencionados para no tener sorpresas ya que es evidente que existen y van a existir grandes retos y desafíos para la política exterior peruana y no solo en el corto plazo. Si fuera solo de corto plazo entonces esa política pacifista no sería seria. Solo lo sería como política para el medio y largo plazo o sea, como política de Estado. En ese nivel la política pacifista peruana conseguiría grandes apoyos, principalmente de la sociedad civil, en el Perú y en muchos otros países entre los que seguro se contaría también el Brasil.

São Paulo, 15 de agosto 2010

Demétro Magonoli Ministério da Utopia

Ministério da utopia

Por Demetrio Magnoli
Doutor em Geografía Humana é investigador del Instituto de Relações Internacionais da Universidad de São Paulo – USP



Intelectuais tendem à utopia, pois ela precisa de uma descrição e eles são seus autores. Isaiah Berlin não está entre os filósofos mais célebres precisamente porque é um pensador antiutópico. “As utopias têm o seu valor – nada amplia de forma tão assombrosa os horizontes imaginativos das potencialidades humanas -, mas como guias da conduta elas podem se revelar literalmente fatais”, anotou Berlin. As utopias almejam a completa realização de um conjunto de premissas, com a exclusão de todas as outras. É um caminho muito perigoso, “pois, se realmente acreditamos que tal solução é possível, então com certeza nenhum preço será alto demais para obtê-la”.



A democracia constitui um sistema político avesso à utopia porque, por definição, rejeita atribuir estatuto de verdade incontestável a qualquer conjunto de premissas ideológicas. Os intelectuais utópicos têm um lugar na democracia – o de instigadores do debate público. Mas o sistema democrático de convivência de ideias contraditórias se estiola quando eles são alçados à posição de sábios oficiais e suas utopias são convertidas em verdades estatais.



Samuel Pinheiro Guimarães, até outro dia secretário-geral do Itamaraty, foi guindado à Secretaria de Assuntos Estratégicos (SAE). No novo cargo, elaborou um documento intitulado O Mundo em 2022, ainda em versão preliminar, que circula no governo e no Itamaraty. Trata-se de um delineamento das tendências do sistema internacional, com propostas de políticas estratégicas do Brasil. Dito de modo direto, é a plataforma de uma utopia ultranacionalista, a ser aplicada num hipotético governo de Dilma Rousseff, que colide com os valores e as tradições da democracia brasileira.



Num texto escrito em português claudicante, o intelectual utópico expõe uma doutrina antiamericana que solicita uma curiosa articulação estratégica entre Brasil, Rússia, Índia e China “para reformar o sistema internacional e torná-lo menos arbitrário”. Os Brics, acrônimo cunhado no interior de um banco de investimentos, constituem um “bloco” apenas na acepção restrita de que seus integrantes passaram a influenciar a governança econômica global. Eles, porém, não compartilham interesses geopolíticos relevantes – uma evidência clamorosa que escapa por completo à percepção de Guimarães, moldada por um obsessivo antiamericanismo.



Os equívocos teóricos pouco significam, perto das prescrições políticas. Nostálgico do “Brasil-potência” dos tempos de Ernesto Geisel, Guimarães atribui ao Estado os papéis de “estimular o fortalecimento de megaempresas brasileiras (…) para que possam atuar no cenário mundial globalizado” e de conduzir um programa de investimentos em pesquisa e desenvolvimento de amplas implicações militares. Os significados desta última proposição podem ser entrevistos na passagem em que o autor define o Tratado de Não-Proliferação Nuclear como o “centro” de um processo ameaçador de “concentração de poder militar”. A leitura do documento oferece indícios sugestivos para a compreensão da lógica subjacente à aproximação entre Brasil e Irã e à operação diplomática brasileira de cobertura do programa nuclear iraniano.



No programa ultranacionalista, ausências falam tanto quanto presenças. Ao longo de 54 itens, não há nenhuma menção aos direitos humanos. Não é surpreendente: um livro de Samuel Pinheiro Guimarães, publicado em 2006, qualificou a defesa dos “direitos humanos ocidentais” como uma forma de dissimular “com sua linguagem humanitária e altruísta as ações táticas das Grandes Potências em defesa de seus próprios interesses estratégicos”. A militância do governo Lula contra a política internacional de direitos humanos – expressa na ONU, em Cuba, no Irã, no Sudão, na China e em tantos outros lugares – não é um fenômeno episódico, mas reflete uma visão de mundo bem sedimentada. Lastimavelmente, as ONGs brasileiras de direitos humanos financiadas pela Fundação Ford trocaram a denúncia de tal militância pela aliança com o governo na difusão da doutrina dos “direitos raciais”.



A utopia regressiva de Samuel Pinheiro Guimarães colide com a Constituição, que veta a busca de armas nucleares e situa a promoção dos direitos humanos no alto das prioridades de política externa do Brasil. Se a sua plataforma política aparecesse na forma de artigo, isso não seria um problema – e, talvez, nem mesmo uma fonte de debates interessantes. As coisas mudam de figura quando ela emerge como documento de Estado, produzido num Ministério encarregado de formular as diretrizes estratégicas do País.



O governo Lula exibe, sistematicamente, inclinação a partidarizar o Estado. A contaminação ideológica da política externa é uma dimensão notória dessa inclinação. Há, contudo, um antídoto contra a doença, que é a supervisão parlamentar das diretrizes estratégicas de política externa. Nos EUA, uma nação presidencialista como a nossa, as prioridades e os orçamentos do Departamento de Estado são submetidos ao crivo do poderoso Comitê de Relações Exteriores do Senado, expressão do controle social, bipartidário, sobre uma política de Estado. O Senado brasileiro tem uma Comissão de Relações Exteriores e Defesa Nacional. Entretanto, sua gritante ineficácia, que exprime uma carência quase absoluta de poder real, proporciona ao governo as condições para a continuidade da folia ideológica em curso.



A SAE foi concebida como uma jaula dourada para acomodar (e ridicularizar) Roberto Mangabeira Unger, quando ele aderia ao governo que definira como “o mais corrupto da história”. Agora, sob Guimarães, a jaula transforma-se em linha de montagem de uma utopia ultranacionalista que funcionaria como a régua e o compasso da inserção internacional do Brasil. A Nação tem o direito inalienável de se proteger contra o Ministério da Utopia, sujeitando a política externa ao escrutínio democrático dos parlamentares.



Fonte: Jornal “O Estado de S. Paulo” – 05/08/2010